Las sociedades están en un proceso de cambio social de enorme envergadura: la creciente urbanización de las sociedades genera desafíos de trabajo, de uso de los espacios comunitarios, de respuesta del Estado a crecientes demandas de calidad de vida; la violencia y las drogas se constituyen en graves problemas de convivencia y desarrollo humano; la vida comunitaria se reorganiza y el capital social acumulado se deshace y reconstruye en otros espacios; los movimientos sociales demandan respuestas y exigen participación fuera de los campos propios de la racionalidad política; emerge la nueva ruralidad y el medio ambiente se instala como un nuevo campo de disputa económico y social; la cultura se transforma producto de las nuevas condiciones de vida urbana, de las transformaciones sociales y de los avances de la ciencia y la tecnología.
En ese contexto la educación emerge (con una carga de crisis y esperanza) como uno de los principales campos de preocupación de los actores políticos, económicos, sociales y culturales de los países. Esos contextos, urbanos y rurales, cultural y lingüísticamente plurales, diversos en sus condiciones de calidad de vida y democracia, plantean a la educación nuevas preguntas pedagógicas, conceptuales y metodológicas para enfrentar estos cambios que se producen, principalmente desde el nivel comunitario.
En ese contexto la educación emerge (con una carga de crisis y esperanza) como uno de los principales campos de preocupación de los actores políticos, económicos, sociales y culturales de los países. Esos contextos, urbanos y rurales, cultural y lingüísticamente plurales, diversos en sus condiciones de calidad de vida y democracia, plantean a la educación nuevas preguntas pedagógicas, conceptuales y metodológicas para enfrentar estos cambios que se producen, principalmente desde el nivel comunitario.
La pedagogía social, como ámbito de reflexión y práctica educacional, que se desarrolla en los territorios y que abarca la educación formal escolar y la sistemática no escolarizada, emerge como una teoría y categoría que puede contribuir a una conceptualización renovada del currículo y la pedagogía para profesores, educadores sociales y educadores comunitarios.
La pedagogía social se asoma en el siglo XX con unas excelentes perspectivas de futuro, en las palabras y en los hechos. Lo eran entonces y siguen siéndolo hoy, cuando en las primeras décadas del tercer milenio lo pedagógico -social evoca la necesidad de abrir la educación a la vida, en toda su diversidad: una aventura apasionante, de largos recorridos semánticos y pragmáticos, que Carbonell concibe a modo de un "viaje simultáneo a la realidad y al interior de cada persona", inacabado e inacabable. La educación de todos y para todos, en su versión más cívica y cotidiana, emocional y cognitivamente. Una tarea de compromisos y responsabilidades que se vinculan a un proceso que, comenzando en el mismo momento del nacimiento, debe conducirnos a entendernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea, procurando que seamos plenamente partícipes del complicado donde la convivencia
En esta búsqueda, lo "pedagógico" desvela su inspiración altruista como una oportunidad para recuperar los afanes humanistas, cívicos y políticos de la paideia clásica: una educación puesta al servicio de las personas y del desarrollo humano, con demasiada frecuencia frustrado; mientras que en lo "social" se afirma la inequívoca sensibilidad que ha de tener la educación hacia las necesidades de todos, pero muy especialmente de quienes son rechazados por los modelos de producción y consumo inducidos por los mercados, en el mundo de todos y de nadie que habitamos.
Un escenario local-global de riesgos e incertidumbres en el que, más que nunca, el trabajo educativo debe ser un acto de respeto al otro y, consecuentemente, de puesta a su disposición de los elementos que la cultura ha creado, también para él.
Bauman señala que nunca antes estuvimos en una situación semejante, en la que no sólo debemos aprender el arte de vivir en un mundo sobresaturado de información, "también debemos aprender el aún más difícil arte de preparar a las próximas generaciones para vivir en semejante mundo" (2007: 46).
Cabe advertir que la voz "pedagogía", utilizada con motivaciones diversas por filósofos o educadores relevantes —entre los que cabe citar a Hegel, Kant, Dilthey o Herbart—, ha ido acomodando sus significados a diferentes contextos o realidades; la familia y la escuela son sus principales ámbitos de reflexión y acción. A Herbart le debemos una de las primeras formulaciones sistemáticas de sus tareas y posibilidades, concretada en su Pedagogía general, publicada en 1806: una contribución cardinal en los modos de teorizar acerca de la "instrucción educativa", del "gobierno de los niños" y de la "educación como disciplina". A su legado se sumaría el de muchos otros académicos e intelectuales, lo que posibilitó su construcción como una pedagogía abierta al mundo, con atributos normativos, empíricos y praxiológicos que se proyectarán en diferentes disciplinas y profesiones.
Sería en los últimos años del siglo XIX, en su tránsito al XX, cuando la Pedagogía avanzaría significativamente hacia su caracterización como una ciencia que se ocupa de la educación como una construcción histórica y social, poniendo de relieve sus convergencias con otras ciencias sociales y humanas, desde la Antropología a la Historia, pasando por la Sociología, la Economía, el Derecho, la Politología o la Psicología. Todo ello la abocaría a ser un elemento central de las reformas educativas, como una de las disciplinas que mejor representa la modernidad social y política, con todas sus potencialidades y todas sus contradicciones y ambigüedades.
Una pedagogía que no discute la misión de la escuela, ni los cometidos que en ella tienen la instrucción o la didáctica; muy al contrario, prevalecen y se afianzan, asignándoles el deber de satisfacer "uno de los derechos fundamentales de la humanidad... en el camino hacia una sociedad más justa e igualitaria" (Barreiro, 2005: 17). Tampoco se cuestiona la paulatina desatención de las familias a una de sus funciones más axiomáticas en el cuidado a la infancia: ser la referencia fundamental, primaria e insustituible para que su crecimiento biológico y social sea física, emocional e intelectualmente saludable. Unas y otras deben repensar su quehacer histórico y sus relaciones mutuas, de modo que al traspasar la institucionalización escolar y el hogar familiar abracen el valor formativo de un amplio conjunto de experiencias y/o vivencias que nos hacen gente, en el mejor sentido de la palabra, allí donde estamos y somos sociedad. Si la educación es social, la pedagogía que se interese por ella también debe serlo.
Recordemos que la educación en Platón, Plutarco o Pestalozzi ya era vocacionalmente social: hay que educar a la ciudad o al pueblo para que llegue a darse una verdadera educación del individuo; la plaza pública (el ágora) es, además de la casa y la academia, uno de los espacios pedagógicos más estimables. Como una práctica que se hace en sociedad, por y para la sociedad, en todas las sociedades, la educación siempre ha sido "social", a pesar de la tendencia reiterada a confinar en las escuelas o a perpetuarse en sus pretensiones individualizadoras, herederas del culto a la personalidad y de la defensa ilustrada de los derechos particulares.
Con todo, la pedagogía social necesitó varios siglos para comenzar a documentarse. Lo haría, entre otros, Paul Natorp, aludiendo expresamente a lo "social" de la educación y de su pedagogía, que "no es la educación del individuo aislado, sino la del hombre que vive en una comunidad, educación que hace a la comunidad, porque su fin no es sólo el individuo" (1913: 8). Sería de este modo como el filósofo-pedagogo de la Universidad de Marburgo daría carta de naturaleza a una renovada concepción pedagógica, al enunciar que las condiciones sociales de la educación y las condiciones educativas de la vida social son los temas en torno a los cuales organiza sus contenidos.
Referencias
Barreiro, Herminio (2005), La experiencia histórica en los distintos países europeos, en Herminio Barreiro y Aída Terrón, La institución escolar: una creación del Estado moderno, Barcelona, Octaedro-FIES, pp. 13-78.
Bauman, Zygmunt (2007), Los retos de la educación en la modernidad líquida, Barcelona, Gedisa.
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