América Latina se caracteriza por tener
sociedades muy desintegradas y fragmentadas debido a la constancia de la
pobreza y a la gran desigualdad en la distribución de los ingresos, lo cual
genera altos índices de exclusión. Una de las tendencias más fuertes de la
nueva economía, es el aumento de las desigualdades, la segmentación espacial y
la fragmentación cultural de la población.
América Latina y del Caribe |
Es urgente el desarrollo de políticas decididas
de equidad para que la educación cumpla con una de sus funciones fundamentales;
contribuir a superar las desigualdades de origen de los alumnos para avanzar
hacia sociedades más justas, equitativas y democráticas.
La mayoría de los países adoptan en sus
políticas y leyes los principios de la Declaración de Educación para Todos,
pero en la práctica existen distintos factores que excluyen y discriminan a numerosos
alumnos del sistema educativo. A pesar del gran avance alcanzado en el acceso a
la educación aún no se ha logrado la universalización de la educación primaria,
y persisten problemas de equidad en la distribución y calidad de la oferta
educativa y en el acceso al conocimiento.
En aquellos países en los que se cuenta con
datos desagregados, los colectivos más excluidos son precisamente los que más
necesitan la educación para superar su situación de desventaja o de
vulnerabilidad; niños de zonas rurales aisladas o de extrema pobreza, niños
indígenas y desplazados, y niños y niñas con discapacidad.
Las desigualdades en función del origen socioeconómico
son las más significativas en los países de América Latina, y la pobreza está
asociada a otros tipos de desigualdad como vivir en la zona rural o pertenecer
a pueblos originarios, lo cual sitúa a un buen porcentaje de la población en
una posición de gran vulnerabilidad.
Desigualdad Económica |
La zona rural también se encuentra en una
situación de desigualdad, mostrando mayores tasas de repetición y deserción que
la zona urbana. El promedio regional de personas entre 15 y 24 años que tiene
por lo menos 10 años de educación es del 50% en las zonas urbanas mientras que
en las zonas rurales el promedio llega aproximadamente al 20%8. En el medio
rural muchas escuelas no imparten la enseñanza obligatoria completa, son de
difícil acceso y en muchos casos cuentan con docentes menos calificados.
El movimiento de la inclusión ha surgido con
fuerza en los últimos años para hacer frente a los altos índices de exclusión y
discriminación y a las desigualdades educativas presentes en la mayoría de los
sistemas educativos del mundo. Tal como se ha visto en el anterior apartado la
educación no está siendo capaz de contribuir a superar las desigualdades ni de
reducir la brecha social, por lo que es preciso realizar mayores esfuerzos para
que realmente se convierta en un motor de mayor equidad social.
La educación inclusiva aspira a hacer efectivo
para todas las personas el derecho a una educación de calidad, que es la base
de una sociedad más justa e igualitaria. La educación es un bien común
específicamente humano que surge de la necesidad de desarrollarse como tal, por
ello todas las personas sin excepción tienen derecho a ella.
El derecho a la educación va mucho más allá del
acceso, aunque es un primer paso, ya que exige que ésta sea de calidad y logre
que todas las personas desarrollen al máximo sus múltiples talentos y
capacidades.
La enorme importancia de la educación también
radica en que nos abre las puertas para aprovechar otros beneficios que ofrece
la sociedad y hace posible el ejercicio de otros derechos y de la ciudadanía,
lo cual es el fundamento de una sociedad más democrática. El pleno ejercicio
del derecho
Avanzar hacia una mayor equidad en educación
sólo será posible si se asegura el principio de igualdad de oportunidades;
dando más a quién más lo necesita y proporcionando a cada quien lo que requiere,
en función de sus características y necesidades individuales, para estar en
igualdad de condiciones de aprovechar las oportunidades educativas. No es suficiente
ofrecer oportunidades educativas hay que crear las condiciones para que todos y
todas puedan aprovecharlas.
El principio de equidad significa tratar de
forma diferenciada lo que es desigual en su origen para alcanzar una mayor
igualdad entre los seres humanos. El horizonte de la igualdad en el ámbito educativo
tiene diferentes niveles; la igualdad en el acceso, para lo cual es necesario
que haya escuelas disponibles y accesibles para toda la población; la igualdad
en la calidad de la oferta educativa, lo cual requiere que todos los alumnos y
alumnas tengan acceso a escuelas con similares recursos materiales, humanos y
pedagógicos; y la igualdad en los resultados de aprendizaje, es decir que todos
los alumnos alcancen los aprendizajes establecidos en la educación básica, sea
cual sea su origen social y cultural, desarrollando al mismo tiempo las
capacidades y talentos específicos de cada uno.
La educación inclusiva también puede ser una
vía esencial para superar la exclusión social que resulta de ciertas actitudes
y respuestas ante las diferencias socioeconómicas, culturales, o de género, por
nombrar algunas de ellas, y que lamentablemente muchas veces se reproducen al
interior de las escuelas.
Una educación no puede ser de calidad si no
logra que todos los alumnos, y no sólo parte de ellos, adquieran las
competencias necesarias para insertarse activamente en la sociedad y
desarrollar su proyecto de vida en relación con los otros. Es decir no puede
haber calidad sin equidad, aunque no faltan aquellos que piensan que una
educación inclusiva no es compatible con el logro de buenos resultados por
parte todos los alumnos.
La educación inclusiva implica una
transformación radical en los paradigmas educativos vigentes pasando desde un
enfoque basado en la homogeneidad a una visión de la educación común basada en
la heterogeneidad. Las diferencias son una condición intrínseca a la naturaleza
humana, como especie todos tenemos ciertas características que nos asemejan y
otras que nos diferencian, de tal forma que no hay dos personas idénticas, sin
embargo, existe una tendencia a considerar la diferencia como aquello que se
distancia o desvía de la “mayoría”, de lo “normal” o “frecuente”, es decir,
desde criterios normativos. La valoración negativa de las diferencias y los
prejuicios conllevan a la exclusión y la discriminación.
La diversidad en el ámbito educativo nos remite
al hecho de que cada alumno tiene sus propias necesidades educativas y se
enfrenta de distinta manera a las experiencias de aprendizaje. Todos los niños
y niñas son distintos en cuánto a capacidades, estilo y ritmo de aprendizaje, motivaciones
e intereses, y estas diferencias están a su vez mediatizadas por contexto
sociocultural y familiar, haciendo que los procesos de aprendizaje sean únicos
e irrepetibles en cada caso.
Desde la inclusión se considera que la
diversidad está dentro de “lo normal” y el énfasis está en desarrollar una
educación que valore y respete las diferencias, viéndolas como una oportunidad
para optimizar el desarrollo personal y social, y como un medio para enriquecer
los procesos educativos.
La educación no sólo tiene la finalidad de
socializar a los individuos a través de la apropiación de los contenidos de la
cultura en la que están inmersos, sino que también ha de contribuir a la individuación
de cada sujeto en la sociedad con su propia identidad, favoreciendo la
autonomía, el autogobierno y la construcción del propio proyecto de vida.
Aprender a ser, que es uno de cuatro pilares de
la educación, es fundamental para conocerse y valorarse a sí mismo y construir
la propia identidad, para actuar con creciente capacidad de autonomía, de
juicio y de responsabilidad personal en las distintas situaciones de la vida. Aprender
a ser demanda hacer efectivo el derecho a la propia identidad respetando a cada
uno como es. Este derecho supone un conjunto de atributos, de cualidades, tanto
de carácter biológico como los referidos a la personalidad, que permiten
precisamente la individuación de un sujeto en la sociedad. Atributos que
facilitan decir que cada uno es el que es y no otro.
Desde la educación se ha de promover de forma
intencional la aceptación y valoración de las diferencias de cualquier tipo
para “aprender a vivir juntos”, lo que implica la comprensión y valoración del
otro, “como un otro válido y legítimo”, la percepción de las formas de interdependencia,
respetando los valores del pluralismo, la comprensión mutua y la paz.
La educación en la diversidad es un medio
fundamental para el desarrollo de nuevas formas de convivencia basadas en el pluralismo.
La percepción y la vivencia de la diversidad nos permite, además, construir y
reafirmar la propia identidad y distinguirnos de los otros. El ser humano se
realiza plenamente como miembro de una comunidad y una cultura, pero también en
el respeto a su individualidad, por lo que otro aspecto fundamental de la
educación ha de ser “aprender a ser”.
A manera de conclusión, es preciso avanzar hacia
escuelas más inclusivas que eduquen en la diversidad y favorezcan el desarrollo
de actitudes de solidaridad y cooperación y el respeto y valoración de las
diferencias, lo cual facilitará el desarrollo de una cultura de paz y de
sociedades más justas, inclusivas y solidarias.
Referencia:
"Avances y desafíos de la educación inclusiva en
Iberoamérica"
Coordinadores: Álvaro Marchesi, Rosa Blanco y Laura Hernández
En http://www.oei.es/publicaciones/Metas_inclusiva.pdf
tomado Abril 2016
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